En los tiempos qua corren el sentido de la responsabilidad ha huido como las sombra ante la visita de la luz. Aun en gremios en que, por su misma esencia, la responsabilidad Intelectual debería mantenerse siempre erguida para bien de la defensa de fueros co­lectivos y del bienestar común, sin cálculos egoístas y sin conside­raciones personales, un tremendo complejo agobia a sus componen­tes, y así las corporaciones andan en perpetuo vaivén como bajeles sin rumbo, a semejanza de aquellas naves de que hablara Maura, en una de las tardes más capitosas y soberbias de las cortes espa­ñolas. La visión melancólica de la crítica despiadada y sin base en un razonamiento lógico, como si cobrara vigencia la dosificación de Maquiavelo al hablar de los secretarlos de los príncipes y del ministro de Petrucci toma escépticos a los más entusiastas y para­liza a quienes ingresaron a un gremio por conveniencias momentá­neas y no por la llamarada mística que rompe obstáculos y lucha sin tregua por la realización de un ideal.